UNIVERSIDAD DE
PAMPLONA
PROGRAMA: LIC EN
LENGUA CASTELLANA Y COMUNICACIÓN
AREA: CONTRUYENDO
CIENCIA Y TECNOLOGIA EN EDUCACION
ESTUDIANTE: YEISON
MAURICIO GIRALDO
TUTOR: ANGEL LUIS
SEMESTRE: III
Vivimos en
una sociedad altamente transformada por la ciencia y la tecnología. Sin
embargo, en la realidad se observa cómo crece el abismo entre ciencia y
sociedad frente a la progresiva mercantilización del conocimiento. Es cada vez
mayor la brecha que se abre entre el conocimiento científico y la mayoría de la
población, la cual se ve en general excluida de los debates. Conforme el saber
científico se ha transformado en un factor decisivo de la producción de
bienestar, su distribución se ha vuelto más desigual. Lo que distingue a los
pobres (sean personas o países) de los ricos no es sólo que poseen menos
bienes, sino que la gran mayoría de ellos está excluida de la creación y de los
beneficios del saber científico.
La visión
tradicional de la ciencia y la tecnología como entidades aisladas de las
circunstancias sociales ha sufrido una crisis en las últimas décadas. Como
consecuencia, la investigación científica se origina y justifica cada vez más
en el contexto de aplicación del conocimiento, es decir, en las posibilidades y
expectativas de su utilización.
En este
contexto, la democratización de la ciencia y las metas que en torno a ella se
plantean, enfatizan la importancia de la educación y la popularización de la
ciencia y la enseñanza científica, en sentido amplio, sin discriminación y que
abarque todos los niveles y modalidades, es un requisito previo esencial de la
democracia y el desarrollo sostenible.
La educación
y la mediación científica y tecnológica tienen una gran responsabilidad en la
elaboración de nuestra visión del mundo, de nuestro imaginario.
La ciencia y
la tecnología se transforman así en medios privilegiados para enfrentar los
desafíos de una sociedad en mutación. Sin embargo, cada día se ve cómo se
agranda el vacío entre la ciencia que “se hace” y la que se “transmite”, a tal
punto que actualmente la información científica brinda a la educación
alternativas en pos de mejorar cada día.
El papel más importante de la educación aquí es en realidad suscitar en el niño y el
adolescente una tendencia, una iniciación hacia los conocimientos, una
curiosidad para ir hacia aquello que no es evidente o familiar, y sobre todo
promover en el alumno estrategias de interrogación e investigación. Se trata
principalmente de valorizar la adquisición de una actitud en la cual el
asombro, la confianza en sí mismo y el espíritu crítico se ponen de relieve.
Los
conocimientos o saberes, en sentido estricto, deben ser considerados como
simples “herramientas” al servicio de los individuos, sólo tienen interés si
permiten cambiar la mirada sobre el mundo o sobre uno mismo. Además, estos
conocimientos deben ser constantemente operativos (o “movilizables”, según el
idioma didáctico), es decir que deben ser aplicables a situaciones reales que
viva el educando. Si esto no ocurre, carecen de sentido para él y se distrae
rápidamente. Es necesario pues que el alumno tenga la permanente posibilidad de
reinvertir lo adquirido, de poner a prueba el poder dado por el conocimiento
científico y reordenarlo si es cuestionado.
En efecto, el
elemento importante del proceso educativo no es la ciencia en sí misma o la
técnica que se intenta “transmitir”, sino la relación entre el alumno y los conocimientos
científicos que permitirá que el niño o el adolescente se “enriquezca” y elabore
sus propias herramientas destinadas a conocer y manejar su cuerpo y su entorno natural
y social.
En todo
momento es deseable partir de las motivaciones de los educandos, de las
preguntas que ellos se formulan y utilizar sus herramientas conceptuales y su
manera de pensar para ayudarlos a formalizar sus observaciones o sus
prácticas…el alumno debe convertirse en el “autor” de su propia formación.
Desde
disciplinas como la didáctica de las ciencias está ampliamente aceptada que las
concepciones sobre las cuestiones científicas están presentes en la vida
cotidiana.
Nos
encontramos así enfrentados a un “dilema” pedagógico: ¿cómo
pasar de las concepciones inmediatas y personalizadas del educando a las
concepciones socializadas de la ciencia, aquello que llamamos “los conceptos”?
Para intentar
avanzar en la respuesta a este tipo de dilemas, es importante tener en cuenta
que antes de abordar un tema, los alumnos ya poseen -directa o indirectamente
ideas acerca de los contenidos que se enseñan. A través de estas ideas ellos
intentan comprender la explicación del docente e interpretar las situaciones o
los materiales propuestos. Estas “concepciones” tienen cierta estabilidad; de
ellas dependen el aprendizaje de un conocimiento y la adquisición de una lógica
de razonamiento. Si no se las tiene en cuenta, dichas concepciones se mantienen,
y por lo general los alumnos no logran incorporar los saberes propuestos.
El
conocimiento de estas ideas, de estos modos de razonar, permite al docente
adaptar la enseñanza o al menos proponer una pedagogía mucho más eficaz.
Conociendo
mejor las concepciones de los niños y adolescentes, y los obstáculos que ellas
traducen, el docente tendrá más facilidad para ayudar a los alumnos a encontrar
estrategias adecuadas.
En síntesis,
una concepción nunca es gratuita, es el fruto de las experiencias previas del
que aprende (sea niño o adulto). Es su grilla de lectura, de interpretación y
de previsión de la realidad con la que interactúa y es, al mismo tiempo, su
prisión intelectual: sólo a través de ella puede comprender el mundo.
Entonces se
hace necesario que nos interroguemos de manera permanente si nuestros alumnos
habrán retenido de nuestra enseñanza algún saber utilizable en un plano
personal o social: ¿habrán desarrollado una mejor comprensión
de su ambiente, una mayor curiosidad sobre el mundo que los rodea y sobre el lugar que ocupan?....
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