lunes, 4 de junio de 2012

EL PAPEL DE LA EDUCACION ANTE LAS TRANSFORMACIONES CIENTIFICO- TECNOLOGICAS


UNIVERSIDAD DE PAMPLONA
PROGRAMA: LIC EN LENGUA CASTELLANA Y COMUNICACIÓN
AREA: CONTRUYENDO CIENCIA Y  TECNOLOGIA EN  EDUCACION
ESTUDIANTE: YEISON MAURICIO GIRALDO
TUTOR: ANGEL LUIS
SEMESTRE: III
CALI, 05 DE MAYO DE 2012




Vivimos en una sociedad altamente transformada por la ciencia y la tecnología. Sin embargo, en la realidad se observa cómo crece el abismo entre ciencia y sociedad frente a la progresiva mercantilización del conocimiento. Es cada vez mayor la brecha que se abre entre el conocimiento científico y la mayoría de la población, la cual se ve en general excluida de los debates. Conforme el saber científico se ha transformado en un factor decisivo de la producción de bienestar, su distribución se ha vuelto más desigual. Lo que distingue a los pobres (sean personas o países) de los ricos no es sólo que poseen menos bienes, sino que la gran mayoría de ellos está excluida de la creación y de los beneficios del saber científico.
La visión tradicional de la ciencia y la tecnología como entidades aisladas de las circunstancias sociales ha sufrido una crisis en las últimas décadas. Como consecuencia, la investigación científica se origina y justifica cada vez más en el contexto de aplicación del conocimiento, es decir, en las posibilidades y expectativas de su utilización.

En este contexto, la democratización de la ciencia y las metas que en torno a ella se plantean, enfatizan la importancia de la educación y la popularización de la ciencia y la enseñanza científica, en sentido amplio, sin discriminación y que abarque todos los niveles y modalidades, es un requisito previo esencial de la democracia y el desarrollo sostenible.
La educación y la mediación científica y tecnológica tienen una gran responsabilidad en la elaboración de nuestra visión del mundo, de nuestro imaginario.
La ciencia y la tecnología se transforman así en medios privilegiados para enfrentar los desafíos de una sociedad en mutación. Sin embargo, cada día se ve cómo se agranda el vacío entre la ciencia que “se hace” y la que se “transmite”, a tal punto que actualmente la información científica brinda a la educación alternativas en pos de mejorar cada día.

 El papel más importante de la educación  aquí es en realidad suscitar en el niño y el adolescente una tendencia, una iniciación hacia los conocimientos, una curiosidad para ir hacia aquello que no es evidente o familiar, y sobre todo promover en el alumno estrategias de interrogación e investigación. Se trata principalmente de valorizar la adquisición de una actitud en la cual el asombro, la confianza en sí mismo y el espíritu crítico se ponen de relieve.
Los conocimientos o saberes, en sentido estricto, deben ser considerados como simples “herramientas” al servicio de los individuos, sólo tienen interés si permiten cambiar la mirada sobre el mundo o sobre uno mismo. Además, estos conocimientos deben ser constantemente operativos (o “movilizables”, según el idioma didáctico), es decir que deben ser aplicables a situaciones reales que viva el educando. Si esto no ocurre, carecen de sentido para él y se distrae rápidamente. Es necesario pues que el alumno tenga la permanente posibilidad de reinvertir lo adquirido, de poner a prueba el poder dado por el conocimiento científico y reordenarlo si es cuestionado.
En efecto, el elemento importante del proceso educativo no es la ciencia en sí misma o la técnica que se intenta “transmitir”, sino la relación entre el alumno y los conocimientos científicos que permitirá que el niño o el adolescente se “enriquezca” y elabore sus propias herramientas destinadas a conocer y manejar su cuerpo y su entorno natural y social.

En todo momento es deseable partir de las motivaciones de los educandos, de las preguntas que ellos se formulan y utilizar sus herramientas conceptuales y su manera de pensar para ayudarlos a formalizar sus observaciones o sus prácticas…el alumno debe convertirse en el “autor” de su propia formación.
Desde disciplinas como la didáctica de las ciencias está ampliamente aceptada que las concepciones sobre las cuestiones científicas están presentes en la vida cotidiana.

Nos encontramos así enfrentados a un “dilema” pedagógico: ¿cómo pasar de las concepciones inmediatas y personalizadas del educando a las concepciones socializadas de la ciencia, aquello que llamamos “los conceptos”?
Para intentar avanzar en la respuesta a este tipo de dilemas, es importante tener en cuenta que antes de abordar un tema, los alumnos ya poseen -directa o indirectamente ideas acerca de los contenidos que se enseñan. A través de estas ideas ellos intentan comprender la explicación del docente e interpretar las situaciones o los materiales propuestos. Estas “concepciones” tienen cierta estabilidad; de ellas dependen el aprendizaje de un conocimiento y la adquisición de una lógica de razonamiento. Si no se las tiene en cuenta, dichas concepciones se mantienen, y por lo general los alumnos no logran incorporar los saberes propuestos.

El conocimiento de estas ideas, de estos modos de razonar, permite al docente adaptar la enseñanza o al menos proponer una pedagogía mucho más eficaz.
Conociendo mejor las concepciones de los niños y adolescentes, y los obstáculos que ellas traducen, el docente tendrá más facilidad para ayudar a los alumnos a encontrar estrategias adecuadas.

En síntesis, una concepción nunca es gratuita, es el fruto de las experiencias previas del que aprende (sea niño o adulto). Es su grilla de lectura, de interpretación y de previsión de la realidad con la que interactúa y es, al mismo tiempo, su prisión intelectual: sólo a través de ella puede comprender el mundo.

Entonces se hace necesario que nos interroguemos de manera permanente si nuestros alumnos habrán retenido de nuestra enseñanza algún saber utilizable en un plano personal o social: ¿habrán desarrollado una mejor comprensión de su ambiente, una mayor curiosidad sobre el mundo que los  rodea y sobre el lugar que ocupan?....


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